El enema es una de las formas de medicina más antiguas que se conocen. Los antiguos egipcios consideraban que el ibis sagrado -un ave parecida a la cigüeña- era el inventor del enema. Observaron cómo el ibis introducía supuestamente su largo pico lleno de agua en el ano. Pero en realidad, el pájaro no estaba realizando una irrigación colónica, sino que sólo quería lubricar sus plumas con la secreción de su glándula dorsal.
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Las primeras instrucciones
Se describe en el siguiente informe: «En el momento de la operación, el paciente debe levantar todo velo obstructivo: se recostará sobre su lado derecho, adelantará las rodillas y mostrará todo lo que se le exige sin timidez ni falsa vergüenza. El operador, por su parte, como hábil táctico, no querrá tomar el lugar por asalto, sino como un hábil tirailleur (soldado), que avanza silenciosamente, quita o agacha los arbustos y las hierbas que estorban, se queda quieto, busca con la mirada, y en cuanto ha divisado al enemigo, se prepara, y luego empuja: de la misma manera el operador actuará con habilidad y prudencia, y no hará un solo movimiento hasta que haya encontrado el punto de mira. Entonces, con reverencia, doblará una rodilla en el suelo, traerá el instrumento con la mano izquierda sin prisa ni impetuosidad, bajará la bomba de presión amoroso, y lo pondrá en movimiento con precaución y sin sobresaltos, pianissimo.»
La influencia de Hipócrates

Según el célebre médico griego Hipócrates (460 – 377 a.C.), la salud se basa en el equilibrio de los fluidos corporales, lo que era especialmente importante para los órganos digestivos. En aquella época, el estreñimiento se consideraba la expresión de un desequilibrio de los fluidos corporales. Por lo tanto, un enema debía eliminar el estreñimiento y eliminar el exceso de fluidos corporales patógenos. Los líquidos de enema consistían principalmente en mezclas de vino, aceite, leche, miel y agua, a las que se añadían, por ejemplo, ciertos extractos de plantas.
La doctrina de los fluidos corporales determinó la medicina práctica hasta el siglo XIX. Por ello, las sangrías, las ventosas y los enemas fueron los métodos de tratamiento más comunes en la profilaxis y la terapia durante siglos. Cuando la gente se alejó de la doctrina de los zumos a mediados del siglo XIX, la limpieza intestinal, y con ella los enemas, también perdieron importancia. Sin embargo, partes de la teoría de los zumos se adoptaron en la medicina natural en desarrollo. Los terapeutas naturistas suelen opinar que el estreñimiento conduce a un autoenvenenamiento del organismo, lo que provoca dolencias como dolores de cabeza, fatiga y piel impura. Por ello, la medicina natural suele recomendar comenzar ciertas curas (por ejemplo, las de primavera, etc.) con enemas o laxantes. Todavía no hay pruebas científicas de esta teoría.
Autoenema por vergüenza
En la Edad Media, los médicos, cirujanos y técnicos ya no utilizaban el enema de cuerno de vaca de la antigüedad. En el siglo XV se construyeron las primeras jeringas metálicas para enemas, compuestas por una rosca, un émbolo, un émbolo y una cánula, para introducirlas en el recto. Pero todavía había muchas personas que rechazaban el enema por vergüenza. Con el fin de ganarse a los pacientes, incluso avergonzados, para que se hicieran lavativas, el médico Reinier de Graaf (1641 – 1673) mejoró el dispositivo de autoenema inventado por el cirujano francés Ambroise Paré (1510 – 1590), pero era poco práctico y a menudo provocaba lesiones a los pacientes. De Graaf introdujo una pieza intermedia suficientemente larga y flexible entre la jeringa de bulbo y la cánula de inserción. Al principio consistía en un brazo de ave, pero más tarde fue sustituido por un tubo de cuero. Esta construcción hizo posible que cualquier persona pudiera administrar un enema sin tener que depender de la ayuda de otros.
El apogeo del enema
En el siglo XVI y, sobre todo, en el XVII, se desarrolló una verdadera moda de los enemas. El enema se convirtió en un ritual de salud de moda. No sólo se limpiaba el intestino, sino que el enema se consideraba una forma probada de mantenerse joven y saludable y de mantener la piel joven. Por ello, el enema diario se consideraba una medida sanitaria importante. Sin embargo, fue Luis XIV (1638 – 1715) quien contribuyó a que la moda de los enemas se abriera paso en todos los países europeos. Esto se debe a que el estado de salud del gobernante es una cuestión de Estado y, por tanto, de interés público. Así, el tratamiento médico del Rey Sol -incluido el enema- se llevó a cabo en presencia de la corte. Por los registros de los médicos personales se sabe que de 1647 a 1715 Luis se sometió a unas 2.000 curas con laxantes, varios cientos de enemas, pero «sólo» 38 flebotomías. Los médicos querían sobre todo reducir el apetito del rey por la comida con enemas y laxantes.
Los boticarios se enriquecieron.
El enema se convirtió en una ceremonia sanitaria diaria en Europa. Y si querías estar «in», participabas en ella y también hablabas de ella. Los nobles, el clero, los ciudadanos ricos, los comerciantes, los académicos y cualquier persona que se precie se hacían una «lavativa» todos los días. Había incluso jeringuillas para enemas hechas de plata, carey o nácar y algunos incluso las coleccionaban. Normalmente eran los farmacéuticos quienes administraban los enemas. Los médicos escribían la receta, los farmacéuticos preparaban el líquido del enema y también se encargaban de la aplicación. Para ello, los pacientes acudían a la farmacia o los farmacéuticos hacían visitas a domicilio. Los líquidos de enema de aquella época consistían en mezclas de decocciones de hierbas, vino blanco, agua de azahar, aceite de bergamota, orina de niño y aguas aromáticas. Y la iglesia debatió si era permisible administrar un enema alimenticio durante la Cuaresma. La administración de enemas era un negocio lucrativo para los farmacéuticos. Pero también supuso para la profesión muchas burlas y desprecios. Porque el tema ofrecía suficiente material picante para la literatura, el teatro y la pintura. La comedia «El enfermo imaginario», del actor y dramaturgo Molière, de 1673, hizo que los enemas se convirtieran en un tema de conversación popular en todas partes y, por tanto, aún más popular.
El fin del enema
La gran época del enema había terminado a principios del siglo XIX. Durante más de 200 años dominó la práctica médica de los doctores y se convirtió en un ritual de salud. Los enemas fueron heredados por los supositorios y los microclysmos.
Fuente: Ernst-Albert Meyer